Blog dedicado a la actividad científica y filosófica en Barranquilla, ciudad ubicada en la desembocadura del Río Grande de la Magdalena en el Caribe colombiano.

2006/07/13

La irrupcion de la Modernidad: 4 siglos que cambiaron el mundo

IRRUPCIÓN DE LA MODERNIDAD
4 Siglos que cambiaron al mundo 1430 - 1830
Conferencia en el Planetario de Combarranquilla
Julio 5 de 2006

Por Jorge Enrique Senior

A partir de la década de 1430 el mundo medieval europeo empieza a desmoronarse y darle paso a una sociedad notoriamente diferente de lo que hasta entonces había conocido el mundo. Comercio y urbanización fueron factores desencadenantes de profundos cambios en la primera mitad del milenio favorecidos por acontecimientos históricos acaecidos en Asia, como fue el auge del Imperio Mongol (siglo XIII) y la mayor interacción euroasiática potenciada por las cruzadas cristianas que sacaron a Europa Occidental de su enclaustramiento. El crecimiento de las ciudades (burgos), el comercio y las artesanías significó el inicio del ascenso de una nueva clase social revolucionaria: la burguesía.

A partir de entonces, siete movimientos sociohistóricos a lo largo de cuatro siglos cambiaron radicalmente el mundo.

(1) En Portugal se inició este proceso bajo la égida del Príncipe Enrique “el navegante” quien definió una clara política de exploración geográfica hacia el sur de África y concentró todo el conocimiento náutico –revolucionado por la vela latina y las carabelas- en Sagres al sur del territorio lusitano, constituyéndose en un verdadero centro de investigación, preludio de las formas organizativas del saber que la modernidad engendraría.

La historia posterior es bastante conocida, los portugueses dieron la vuelta a África pero los españoles con Colón se lanzaron hacia el oeste y se encontraron con un inmenso continente cargado de riquezas y de fauna y flora que la Biblia ni siquiera mencionaba. Europa entera se estremeció. Nunca volvería a ser la misma. El encuentro de dos mundos aniquiló las sociedades anteriores tanto en Europa como en América, aunque fueron los pueblos de ésta última los que pagaron el mayor precio en sufrimiento humano y exterminio de vidas y culturas. En los siguientes tres siglos la expansión europea encabezada por la cruz y la espada se hizo a sangre y fuego en América, África, Asia y Oceanía en una de las gestas más violentas de la historia.

(2) Irradiado desde Italia, el Renacimiento significó no sólo un “boom” artístico sino ante todo, la reivindicación de la Grecia y la Roma clásicas y el auge del humanismo que socavó el teocentrismo medieval. De todos modos el universo religioso estaba conmocionado internamente como resultado de la corrupción de la institución del papado y su patente terrenalidad geopolítica. (3) Es así como se despliegan los movimientos reformistas protestantes que contribuirían a la valoración del trabajo y a generar el concepto de autonomía e individualidad propio del hombre moderno constituído como ciudadano. Europa se dividió en un norte anglosajón reformista (protestante) con epicentro en el Océano Atlántico y un sur latino contrarreformista (católico) de raíz mediterránea.

Extraordinarios desarrollos en las técnicas, artes y oficios se daban por esta época: la imprenta, la navegación, el reloj y otros artilugios mecánicos, las lentes, la pólvora, etc. Son estas innovaciones técnicas las que inflamarían la imaginación visionaria de un Da Vinci, las que darían origen a la ingeniería y que deslumbrarían a un Francis Bacon a comienzos del siglo XVII para configurarlo como el primer filósofo de la tecnología. La imprenta, por ejemplo, significó el inicio de la agonía para el Latín y las lenguas provincianas y en cambio marcó el auge de las lenguas nacionales, favoreciendo a la larga la democratización del conocimiento, aunque al principio fortaleció el dogmatismo autoritario.

(4) El siglo XVI significó también un salto en los conocimientos anatómicos y astronómicos hasta entonces frenados por el dogma religioso y la Inquisición. Desde 1543 hasta 1687 tendría lugar lo que hoy se conoce como la Revolución Científica, ese período que va de Copérnico a Newton, y que echa por tierra la visión ptolemaica y aristotélica, sacando al planeta Tierra del centro del Universo y unificando por fin los cielos y la tierra en una sola física. Vessalio, Brahe, Bruno, Kepler, Galileo, Leibniz, Huygens, Gilbert, Harvey, Boyle, Descartes, Hooke, serían figuras conspicuas de ese proceso a finales del siglo XVI y a lo largo del XVII.

(5) En 1688 en Inglaterra y un siglo después en Francia, en 1789, se producirían hondas transformaciones políticas de donde habría de surgir la democracia liberal moderna basada en la soberanía popular y el concepto de ciudadano, consolidándose la separación de la iglesia y el estado, asi como la independencia de los tres poderes. A pesar de que la Revolución Francesa degeneró en lo que se conoce como el periodo del Terror (escenificado por la guillotina) fue también el movimiento sociopolítico que enarboló la bandera de los Derechos Humanos, un concepto netamente moderno, como lo es también la igualdad de derechos como principio jurídico-político.

(6) Las transformaciones morales de la sociedad europea (sobre todo la anglosajona protestante) se expresan en una nueva ética, racionalista, no teológica, con pretensión universalista, cuya máxima expresión fue la propuesta kantiana. Pero el movimiento político-cultural que resumió la ola de cambios que hemos venido narrando fue la Ilustración, el enciclopedismo francés, que tuvo repercusiones en toda Europa y que creó el proyecto de la Modernidad como idea cumbre de la racionalidad y como mentalidad. Por eso el siglo XVIII es conocido como el Siglo de las Luces. La luz es la metáfora de la Razón y caracteriza a la modernidad mientras la oscuridad es asignada al Medioevo por los modernos. En la economía de mercado la razón se encarna en el individuo autónomo: es el nacimiento del capitalismo y la sociedad individualista liberal y mercantil.

(7) En las postrimerías de ese siglo, en Inglaterra, despega la Revolución Tecnológico-Industrial cuyo epicentro fue la independización de la civilización respecto a la energía natural. La máquina de vapor perfeccionada por Watts a finales del siglo XVIII de la mano con la reorganización de la producción bajo una división del trabajo novedosa y analítica, significó un salto gigantesco en la minería, la manufactura y el transporte. En este contexto nace la clase obrera y sus luchas por derechos sociales. Para muchos la razón deja de expresarse en la concurrencia del mercado y se encarna en el estado.

PRÓXIMA CONFERENCIA: 1830 – 2030 Hacia la Sociedad del Conocimiento

Los últimos dos siglos del milenio, demasiado intensos en procesos de cambio para detallarlos en este breve escrito, pueden describirse esquematicamente en tres sucesivas oleadas tanto en la evolución jurídica como tecnológica de la sociedad. (1) A finales del siglo XVIII y comienzos del XIX avanzan los derechos políticos y la tecnología del vapor. (2) En el siglo XIX y en los inicios del XX son los derechos económicos y sociales y el uso masivo de la electricidad y el petróleo los principales factores de cambio que generan la sociedad de consumo y los experimentos socialistas. (3) En la segunda parte del siglo XX se disparan los movimientos sociales que promueven los derechos de “tercera generación” [equidad de género, defensa del medio ambiente, derechos de los jóvenes y de las minorías (étnicas, sexuales, etc)] y asimismo se despliegan nuevas tecnologías como la energía nuclear, la informática, los viajes espaciales y las telecomunicaciones, la robótica, la ingeniería genética y biotecnología, la intervención en los procesos reproductivos y vitales, la ecología, las tecnologías limpias, las nanotecnologías (sobre todo en electrónica y bioquímica).

Todas estas transformaciones tecnológicas y sociales han revolucionado tanto la economía como la vida cotidiana, colocándonos hoy a las puertas de lo que algunos denominan sociedad postindustrial y otros prefieren llamar la sociedad del conocimiento y la información (algunos filósofos usan el término poco afortunado de postmodernidad bastante criticado y polémico pues la modernidad sigue vigente).

Durante estos siglos, la técnica y la ciencia han ido estableciendo cada vez más lazos entre sí, múltiples interrelaciones, dos cursos que fueron paralelos siglos atrás ahora se trenzan en un tejido complejo. La tecnología es el producto de este matrimonio y se ha constituído como el factor determinante de nuestra época, en lo económico, en lo cultural, en lo geopolítico, en lo ambiental. Su avasalladora dinámica le impone un ritmo cada vez más acelerado y su poder es capaz de sellar el destino de la humanidad, constituyéndose en un desafío para la supervivencia de la especie y para el mejoramiento de la calidad de vida de las mayorías.

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2006/04/09

Prólogo del libro METACIENCIA, Ensayos sobre ciencia y filosofía de la ciencia
Autor: Jorge Enrique Senior
Editorial Embrujo Caribe, Barranquilla, 1999
LA FILOSOFÍA, EL MAR Y EL ETERNO RETORNO

Tienen a su disposición los lectores del Caribe colombiano y de toda Colombia este producto editorial que con el título de METACIENCIA, integra siete ensayos sobre ciencia y filosofía de la ciencia.

Una motivación determinante para dar a luz este material, es que en Barranquilla y la región no son muy comunes los textos editados en torno a esta temática y aunque se han escrito algunos libros sobre temas afines, como metodología, lógica, pedagogía, argumentación, epistemología de la medicina o trabajos sobre ciertas áreas de la ciencia, es la primera vez que se publica por estos lares un texto centrado en la tradición del pensamiento del siglo XX que se conoce como Filosofía de la Ciencia, la cual difiere de otras tradiciones como la teoría del conocimiento, la epistemología francesa, la historia social de la ciencia, la historia de las ideas o aspectos más amplios de la filosofía.

Estas carencias regionales se hicieron patentes hasta un punto dramático cuando la Universidad del Norte se asoció con la Universidad del Valle para ofrecer en Barranquilla una maestría en filosofía con énfasis en filosofía de la ciencia y no hubo la posibilidad de que la región colocara por lo menos un profesor en la maestría o tan siquiera un monitor. Esta anécdota deja ver en claro la importancia de divulgar los conocimientos, reflexiones y debates, suscitados por esa valiosa iniciativa educativa que fue traer a nuestra región un posgrado de alto nivel en este campo estratégico de la cultura, para que ese crisol reverberante de ideas no quede circunscrito al limitado grupo de personas participantes de la maestría en uno de sus dos énfasis.

Y es que aún a pesar de lo poco conocida que es esta temática en nuestro medio, lo cierto es que resulta vital para la mayoría de las carreras profesionales, programas y posgrados que tienen que ver con las ciencias formales, naturales o sociales, pues la filosofía de la ciencia se refiere a sus fundamentos mismos. Desde luego, este ámbito del pensamiento deberá trabajarse en mayor profundidad por parte de aquellos que se desenvuelven en campos como la filosofía, la lógica, la matemática, las ciencias básicas y las ciencias sociales y humanas.

En general, los ensayos que recoge este volumen, escritos en 1997, corregidos en 1998 y publicados en 1999, van dirigidos a un público ilustrado, profesional o de estudiantes universitarios que se interesan por la reflexión sistemática sobre los fundamentos e implicaciones de la ciencia y la tecnología.

En filosofía de la ciencia existen alrededor de 100 conceptos claves y la mayoría de ellos serán considerados en este libro. Sin embargo, no siempre podré ofrecer una definición o explicación de ellos y se asumen como ya conocidos, lo cual puede representar alguna dificultad para lectores no habituados al tema. Sería muy provechoso la elaboración de una especie de diccionario especializado de este campo, pues la mayoría de los diccionarios filosóficos generales no recogen estos términos. Desde luego ese sería un proyecto editorial muy distinto al presente trabajo y quizás pueda hacerse en Colombia en un futuro cercano como un esfuerzo colectivo. Ahí dejo esa propuesta a las editoriales y universidades del país.

El origen de estos artículos fueron los trabajos de orden académico que presenté a la Universidad del Valle, tanto en el proceso de convalidación de la licenciatura en filosofía -caso de los dos primeros ensayos- como en la propia maestría -caso de los últimos cinco ensayos- y que han sido adaptados para un público general que posea algunas nociones mínimas de filosofía de la ciencia.

Es conveniente aclarar que aunque mi labor más conocida es la divulgación, este libro no contiene artículos de popularización científica ni de introducción a la filosofía de la ciencia. Sin embargo, cada capítulo es introducido mediante un exordio que procura ubicar y contextualizar un tanto al lector no experto en la materia. Además se han incluído anexos y apéndices que permiten precisar conceptos e ideas, algunos con un estilo divulgativo, otros con nivel más técnico. Cada ensayo cuenta con sus notas y referencias bibliográficas propias al final del respectivo capítulo y he puesto énfasis especial en recomendar lecturas que permitan aproximarse y profundizar en estos temas. Desde luego, habrá unos ensayos más accesibles que otros. Por ejemplo, los capítulos 2, 3, 4 y 6 tienen un nivel menos especializado.

Por otra parte, es bueno advertir que si bien los ensayos pueden leerse en forma independiente unos de otros, lo recomendable es seguir el orden de capítulos en el cual se encuentran organizados, que para los últimos cuatro artículos corresponde a una secuencia cronológica siguiendo la historia de la filosofía de la ciencia. Además, los ensayos se complementan mutuamente, dada la coherencia temática del presente volumen.

El contenido de este libro ha sido nutrido por las conversaciones y debates con mis condiscípulos y compañeros en la aventura filosófica y, sobretodo, por los profesores de la Universidad del Valle -algunos de ellos ya jubilados- Adolfo León Gómez, Juan Manuel Jaramillo, Luz Marina Duque, Luis Humberto Hernández, Germán Guerrero, el profesor de la Universidad de Antioquia, Jorge Antonio Mejía, el profesor de la Universidad de Caldas, Carlos Emilio García, así como por aquellos docentes de la Universidad del Valle que, además de los ya mencionados, participaron como evaluadores en el proceso de convalidación, los filósofos Pedro Posada, Javier Zuñiga, Martín Urquijo y el físico Jairo Roldán. Sus consejos, críticas y aportes fueron invaluables y su apoyo y estímulo fue decisivo para motivarme a publicar estos trabajos.

A todos ellos mis sinceros agradecimientos. Ahora bien, no sobra subrayar que los errores, incongruencias y debilidades de estos ejercicios filosóficos son responsabilidad exclusiva de su autor. Cuento con su benevolencia, amigo lector, pero ante todo reclamo la lectura crítica. El mejor efecto que pueden tener estos escritos es que susciten nuevas producciones de filosofía de la ciencia en Colombia y en la región Caribe. ¡Y que sea bienvenida la crítica argumentada!

Los siete artículos seleccionados y sus complementos están enfocados principalmente al comentario crítico de las distintas escuelas que la filosofía de la ciencia a acunado en este siglo que termina y a la reflexión sobre los desarrollos científicos y, en menor medida, tecnológicos. Sin embargo, el presente volumen tiene también un valor descriptivo, es decir, puede servir como vehículo para quien desee aproximarse a las teorías científicas y las ideas filosóficas que tuvieron mayor impacto en la centuria. De todos modos recomiendo al lector que por primera vez incursiona en la filosofía de la ciencia, complementar su lectura con un texto introductorio, tal y como el magnífico libro del filósofo español Javier Echeverría cuyo título es Introducción a la metodología de la ciencia y que posee un subtítulo aún más diciente: La filosofía de la ciencia en el siglo XX.

Pero volviendo a la obra que hoy presentamos, describamos de manera breve el contenido de cada ensayo que lo compone.
El primer capítulo es un recorrido por algunas de las más importantes teorías científicas del siglo y sus implicaciones filosóficas, cómo han afectado nuestra idea de objetividad y la concepción realista del mundo y de qué manera se vislumbran los límites del conocimiento humano, pero sin la visión pesimista de John Horgan[1] sobre lo que él llama ciencia irónica.

El segundo capítulo ofrece un panorama de la interdependencia que existe entre la tecnociencia y la ética, de cuyas relaciones depende el destino de la humanidad. Desde los fundamentos epistemológicos de la ciencia hasta sus efectos prácticos están determinados por la ética y algunas de sus disciplinas especiales como la tecnoética y la bioética. No es posible imaginar un tema más importante que éste, ¡nuestro futuro está en juego!

El tercer capítulo narra mis experiencias personales en la cultura del debate y cómo fui descubriendo la importancia vital de la teoría de la argumentación para la filosofía, la ciencia, la enseñanza y la vida democrática. Por ese carácter de experiencia personal es el único ensayo del libro que es narrado en primera persona. La nueva retórica impulsada por Perelman es valorada en sus aplicaciones y puntos específicos, como la analogía y el argumento de autoridad, son analizados.

El cuarto capítulo pretende mostrar el legado que el Círculo de Viena y, en general, el positivismo lógico, tan vapuleado en nuestro medio, nos ha dejado, es decir, se intenta resaltar aquellos aportes que hoy pueden tener vigencia.

En el capítulo cinco se hace un curioso ejercicio imaginativo que tiene las ideas de Popper como punto de partida y de llegada, y que busca mostrar cómo en el pensamiento popperiano se incuba una fuerte tensión interna entre dos tendencias practicamente opuestas. Una versión simplificada de este capítulo fue presentada como ponencia en el XII Foro Nacional de Filosofía en Cartagena.

El sexto capítulo describe la rebelión contra la filosofía de la ciencia estándar que la obra de Kuhn hizo detonar a comienzos de los años 60, produciendo una especie de bifurcación o alinderamiento en dos grandes concepciones que aún hoy sigue marcando la reflexión sobre la ciencia y que lleva a la pregunta por el futuro de la filosofía de la ciencia.

Por último, el séptimo capítulo nos trae hasta la novedosa corriente metateórica del estructuralismo anglosajón, iniciado por Sneed, y que posee gran relevancia en la actualidad. Los trabajos metacientíficos de los autores de este enfoque logran solucionar ciertos problemas epistemológicos pero parecen abandonar temas fundamentales de la filosofía.
[1] Autor del libro The end of science publicado en español en 1998 por Editorial Paidós con el título El fin de la ciencia.

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Colombia es Caribe y Barranquilla: Epicentro del Pensamiento

La filosofía nació junto al mar. En las costas del Mar Egeo los jónicos sentaron los pilares que cimentaron la construcción de un nuevo pensamiento. Hombres de horizontes abiertos y mentes despejadas de prejuicios, dispuestos a dudar y argumentar, crearon una forma novedosa de pensar sobre el mundo y el ser humano. En los puertos cosmopolitas se entrecruzaron las culturas y en el crisol helénico se fundieron los mitos y he aquí que de la orilla del océano brotó el Logos: el asombroso Poder de la Razón.
Colombia es Caribe
Barranquilla: Epicentro del Pensamiento